miércoles, diciembre 4

François Chaignaud, del baile al malambo

Durante el fin de semana del 4 y 5 de mayo François Chaignaud y el beatboxer Aymeric Hainaux presentado en el Centro de Experimentación Teatro Colón el espectáculo Mirlitons, un diálogo salvaje entre sonidos y danza al que los dos artistas franceses se dedicaron intensamente durante una hora y media.

François Chaignaud. Retrato de Laurent Poleo Garnier.

No es la única actividad de Chaignaud en Buenos Aires. También estará en La noche de las ideas: el 17 de mayo a las 19 horas será entrevistado en el alianza francesa por el licenciado en filosofía María Bardet bajo el título: “Encuentro y ruptura en la danza”. Organizan el cónclave abierto el Institut français d’Argentine, la Embajada de Francia, la red de Alianzas francesas y la Fundación Medifécon el patrocinio de Revista Ñ.

Coreógrafo, bailarín, cantante, actor, historiador y artista de cabaret. Graduado en 2003 de Conservatorio Nacional Superior de Música y Danza de ParísFrançois Chaignaud colaboró ​​con numerosos coreógrafos como (Alain Buffard, Boris Charmatz, Emmanuelle Huynh y Gilles Jobin). Su obra estuvo marcada desde muy temprano por la articulación entre el canto y la danza. Su obra está representada en todo el mundo y actualmente es artista asociado en Bonlieu, Escena Nacional de Annecy, Chaillot Teatro Nacional de la Danza en París, así como Casa de Danza Sin embargo, el Bienal de Danza de Lyon.

Es difícil imaginar el rumbo que podría tomar esta conversación: François Chaignaud es quizás una persona excéntrica, aunque esto no es importante, pero sobre todo es alguien que tiene una gran multitud de intereses y prácticas, así como diferentes tipos de asociaciones con artistas. más diverso; Todos estos elementos y circunstancias harán de esta charla algo, aunque impredecible de antemano, seguramente interesante.

No es su primera visita al país: en 2014 trajo un espectáculo llamado (Mimosacreado con argentina Cecilia Bengoleasu socio en una sociedad artística comenzó en 2005. (Mimosa Era una especie de mosaico hecho de escenas de stand-up y piezas musicales: en otro momento, Bengolea se movía por el escenario con un inmenso falo (artificial) metido en su maillot de baile. También hubo una referencia a la Iglesia JudsonSin duda críptico para quienes no conocían la historia de la danza del siglo XX: en esta iglesia, a principios de los años 1960, un grupo de bailarines y coreógrafos iniciaron una manera de hacer danza que paradójicamente negaba la danza.

Qué lento el viento, de Francois Chaignaud y la argentina Cecilia Bengolea.

La referencia a la Iglesia Judson en (Mimosa seguramente no es coincidencia; Chaignaud trabajó con varios creadores de la llamada danza conceptual o “no danza”, heredera directa del movimiento nacido en la Judson Church.

En una línea similar a la de (Mimosaes decir, el formato patchwork, presentado por Chaignaud y Bengolea en la Bienal de Danza de Lyon en 2016 una obra que contenía, entre otras cosas, el vídeo de una entrevista de Cecilia Bengolea a un hombre que le explicaba cómo realizar los pasos de un baile popular jamaicano. En otra época Chaignaud cantó música medieval; En otra, un perro (de Bengolea) merodeaba el escenario y en otra se invitaba a los espectadores a subir al escenario para aprender esa danza jamaicana.

Aymeric Hainaux y François Chaignaud. Foto Guillermo Rodríguez Adami.

Todo extremadamente pop –tal vez en el momento equivocado– pero sería parcial detenerse en estos ejemplos. Más allá de sus múltiples aventuras artísticas, que incluyen colaboraciones con bailarines de baile butoh (un movimiento de danza contemporánea japonesa), dragqueens cualquiera artistas de cabaret, Chaignaud es un intérprete fenomenal y un bailarín extraordinario; Su canto es notablemente puro y hermoso y su presencia en el escenario tiene una intensidad poco común.

Respecto a los numerosos y heterogéneos encuentros en los que François Chaignaud se lanza con total determinación, él mismo proporciona una definición, recién llegada a Buenos Aires: “existe el deseo de devorarse unos a otros y eso nada tiene que ver con la alienación de un grupo de bailarines en el cuerpo de un coreógrafo. Al contrario, ese apetito, esa porosidad, crea continuidad, colapsa el hermetismo de las categorías establecidas y permite soñar con un cuerpo políglota”.

El reciente viaje de Chaignaud al Festival Malambo de Laborde también refleja estas “contaminaciones”. Este encuentro, que se desarrolla desde hace más de medio siglo, reúne a los mejores malambistas de todo el país en un pequeñísimo pueblo del sur de la provincia de Córdoba. El entusiasmo que en él había despertado hace unos años el zapateado del baile flamenco revivió en una nueva forma: el zapateeo del malambo tradicional.

Actualmente está trabajando con otros dos artistas en un proyecto de performance que incluirá malambo, zambas, chacareras y chamamés“pero para nada”, aclara, “con la idea de montar postales de Argentina”.