miércoles, mayo 22

Una batalla cultural global que despierta emociones y resentimientos

las llamadas batallas culturales Constituyen la dinámica de cambio en la que se basa la construcción de la sociedad contemporánea. Son la expresión de ciclos de lucha entre ideas y actores sociales que a veces mueren antes de florecer y otras veces reviven en nuevas formas, como está sucediendo hoy. La clave es cómo llegar mejor al alma siempre dividida de la sociedad para instalar historias que interpreten y al mismo tiempo modulen un sentido común de la época. Estas batallas sustentan los momentos de gloria, siempre imperfectos, de los siglos XIX y XX: la consolidación de la democracia y la ciudadanía, los procesos de descolonización, los movimientos de derechos humanosy también los momentos más oscuros, marcados por dictadurasguerras fratricidas, genocidios y nacionalismos xenófobos.

El presidente Javier Milei se reúne con la presidenta del Consejo de Ministros de la República Italiana, Giorgia Meloni.

En las sociedades polarizadas de hoy, las propuestas de batalla cultural provienen de diversos sectores ideológicos. Sus promotores son grupos con intensa actividad mediática que se presentan como ajenos a la desgastada política tradicional, desde la española voz al actual partido gobernante de Argentina. Su deseo de renovar el comunicación política Y la alteración de la memoria democrática no oculta, sin embargo, que la mayoría de ellos añoran pasados ​​tradicionales, imperiales o dictatoriales mitificados. Lo hacen sobre todo a través de eufemismos, sabiendo que el sentido común de la época no les permite mostrarse de forma descarnada.

Basado en diagnósticos de funcionamiento del estado, el ensimismamiento del élites políticas y su distanciamiento de la gente corriente, correcto en muchos aspectos, alertan, a su manera, sobre las actuales fisuras y agotamiento de la relación entre capitalismo y democracia. Sus propuestas son hijas de la monarquía del miedo, a la que alimentan y a su vez alientan. Así se define Martha Nussbaum a la actual crisis política y social, llena de inseguridades y falta de expectativas para la población. Lejos de proponer soluciones que apelen a lo universal, estos movimientos promueven más bien la exacerbación de los resentimientos contra las organizaciones de mujeres, inmigrantesel intelectuales, los pobres y contra la política en general. No proponen ni desean soluciones claras. Su objetivo, como se ha señalado Eva Illouz Se trata de “mantener a los resentidos rumiando”, retroalimentar las emociones y dirigirlas, a la manera del fascismo de los años 1930, hacia chivos expiatorios que tienen poco que ver con los problemas sistémicos subyacentes.

A los líderes les gusta Donald Trump, Jair Bolsonaroel español Santiago Abascalel estreno Giorgia Meloniel húngaro Viktor Orbáno el presidente de la comunidad de Madrid Isabel Ayuso y sus respectivos partidos son los exponentes más visibles de esta nueva guerra cultural global. Proponen estrategias que combinan de manera diferente elementos “neo”, tradicionalismo, liberalismo extremo, fascismo, supremacismo, endulzados por una simbología del cambio en la que la personalidad de sus líderes juega un papel importante, siempre al borde de la violencia verbal casual. Pese a sus diferencias, coinciden en cuestionar, desde el propio sistema democrático, ciertos códigos básicos en los que se basa. Esto confunde y distrae a la clase política, y a la partidos de izquierdaque ven amenazado su lugar como portadores del cambio.

Aunque el mantra de esta perspectiva conservadora es la lucha anacrónica contra el “comunismo”, sus objetivos apuntan a erosionar el papel que juega en el imaginario colectivo la expectativa de alcanzar algún día la ciudadanía social plena. Su oponente más cercano es liberalismo que han logrado fagocitar en muchos lugares, banalizando sus conceptos y purgándolo de sus aristas más políticas, humanitarias y seculares. La población asustada y disciplinada de estas propuestas, que vive rumiando en un segundo plano, nada tiene que ver con el ciudadano comprometido de los impulsores del liberalismo político del siglo XIX, y menos aún con sus variantes más sociales del XX.

Javier Milei con Santiago Abascal del partido VOX en España.

Aunque en España grupos como Poder e Izquierda Unida han explicado desde hace tiempo la necesidad de librar batallas culturales –un concepto que fue desplegado e implementado en las presidencias de Cristina Kirchner-, la idea ha tenido fuerte eco en estos primeros meses de Milei. Esta guerra cultural moderna, tal como la promueve hoy la extrema derecha global, irrumpió en Argentina de manera meteórica a través del éxito electoral del Avances de la libertad, es un experimento importante. Debido a que está fundamentalmente impulsado por los medios de comunicación y carece de una estructura partidista, denota el tono y los estados de ánimo de la época. Su discurso económico, bastante simple, puede dar lugar a malentendidos. No pretenden tanto salvar o mejorar la gestión pública sino, dado que se sienten revolucionarios con un toque mesiánico, promover una profundo cambio cultural.

Milei y Cristina el 10 de diciembre de 2023.

El significado real de este cambio aún no está claro, aunque hay indicios en sus referencias internacionales y discursos presidenciales, que consideran a la sociedad como un conjunto de carreras individuales. Se organizó como una gran máquina productora de simbología que gira en torno a la inquietante metáfora de la motosierra. Esta simbología apuntala un discurso bastante utópico de reducción del Estado a su mínima expresión que, por la experiencia thatcherista en la que se inspira, sabemos que conduce no tanto a una mayor eficiencia en el gasto sino a una sustitución de los sectores sociales que reciben apoyo público. . El complemento son los ataques al mundo de la cultura, que curiosamente y por negativo, resaltan su papel social, y a la propia cultura como espacio de convivencia y mediación.

Esto sitúa a la sociedad argentina, ese “nosotros colectivo” ante la necesidad de pensar en sí misma. La reciente e histórica marcha transversal en defensa de la educación pública marca un camino.

Ricardo González Leandri es doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Es investigador científico del Grupo de Estudios Americanos del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Entre otros libros y artículos, ha publicado La construcción histórica de la profesión médica en Buenos Aires, 1852-1886